sábado, 28 de abril de 2012

Pérdidas de atención y sus causas


Muchas personas se jactan de no recordar ciertos actos que acaban de realizar un minuto antes. ¿Dónde deje estacionado el auto?, ¿Dónde deje las llaves?. Y se autocalifican de olvidadizos.
Sin embargo, se ha demostrado que el 50% de esos desmemoriados lo son no porque tengan mala memoria, si no porque no pusieron la debida atención en lo ejecutado. Realizan actos mecánicos, jamás consientes. Y no los recuerdan porque no pasaron el tiempo suficiente por la atención, una facultad de la conciencia.
La atención graba impresiones notablemente claras. Aumenta, con mucho, la potencia de las facultades y les da fuerza que no poseen de ordinario. Por ejemplo, un dolor se vuelve más agudo cuando la atención se fija en él. Lo mismo se puede decir de cualquier atención humana que se emprenda con plena atención. Es conocido el caso de la madre que se despierta cuando escucha cualquier leve queja del bebé y que permanece dormida ante otros ruidos de mayor intensidad.
Los psicólogos distinguen dos tipos de atención: la voluntaria y la involuntaria. Caminar por un tejado demanda mayor conciencia y cuidado en cada uno de los pasos que pasear por un prado; en otras palabras, implica un esfuerzo especial. En cambio, ver pasar gente puede llamar la atención y despertar la curiosidad de una manera espontánea, casi sin esfuerzo alguno.
La atención tiene dos puntas: la dispersión y la concentración. Una atiende múltiples detalles, sin menoscabo de ninguno. Se dice que Julio César, Mahoma, Santo Tomás de Aquino y otros genios tuvieron la capacidad de dictarles simultáneamente  a varios amanuenses escritos diferentes sobre diversas materias. De ser verdad, esto resaltaría la genialidad de los personajes mencionados.
La otra se distingue por la concentración en un único aspecto, con el consiguiente olvido de los demás. Fue el caso de Arquímedes, el sabio griego que descubrió el principio físico de la flotación de los cuerpos y que, según la leyenda, salió desnudo a proclamarlo con su inmortal: “Eureka, lo he descubierto.” Pero hay que tomar en cuenta que se trataba de una persona muy alejada de la media.
Suele haber infinidad de factores que distraen la atención. Van desde una aguda depresión, ansiedad, cansancio, falta de estímulo…, hasta problemas orgánicos.
Recientemente se ha comprobado que existen alteraciones bioquímicas y neurológicas que afectan el sistema de atención de una persona, entre ellas la falta de dopamina (mediador químico o transmisor de mensajes cerebrales). Sin embargo, estos casos son muy aislados. Además, es factible subsanar la insuficiencia de dopamina con diversos fármacos. En consecuencia, la gran mayoría de las personas se distrae por factores no orgánicos. Por ejemplo, la psicóloga mexicana Feggi Ostroski Solís ha señalado que los humanos tenemos la capacidad de escuchar entre seiscientas y ochocientas palabras por minuto, mientras que sólo podemos pronunciar entre ciento cuarenta y ciento ochenta. “Ese déficit verbal da suficiente tiempo para que nuestra mente divague. Mientras hablamos, nuestro interlocutor realiza otras tareas: piensa en lo que debe haber, en sus compromisos, voltea la cabeza, saluda a quienes pasan… y, al final, pregunta: ‘Qué dijiste?’
Otro obstáculo para la atención es de origen cultural. “En nuestra sociedad es aceptada la idea de que hablar representa poder y escuchar no. Así, en una conversación muchas veces esperamos ansiosamente a que el otro se calle para ejercer el poder de hablar. Este pensamiento elimina de tajo, la atención correspondiente. Al final nos hallamos incapacitados para recordar lo que se menciono. No atendemos porque solo escuchamos lo que deseamos oír. En otras palabras filtramos información de acuerdo con nuestras opiniones y nuestros juicios y prejuicios. Al calificar de tonto al hablante, no le prestamos atención”.
Por otro lado, un factor importante de la época actual es el exceso de estímulos visuales y sonoros que recibe cotidianamente cualquier persona. En consecuencia, resulta muy fácil distraerse y muy difícil concentrarse. El hecho de que es un estudiante, por ejemplo, prepare un examen mientras escucha la radio o mira la televisión repercutirá en un bajo aprendizaje.
El proceso para recordar implica un desgaste de la energía corporal. Si una persona ejecuta dos trabajos a un tiempo, la energía corporal que implica el proceso para recordar se gasta en prestar atención a los distractores o dispersores. Además, el estudiante se cansa con mayor facilidad porque el gasto de dicha energía se incrementa.
En toda actividad, la atención tiende a concentrarse, pero también a dispersarse. A los extrovertidos les resulta más difícil aislarse del ambiente externo; en cambio los introvertidos se les facilita concentrarse en un solo objetivo.
La atención es el resultado de un interés que prevalece. Por ello, siempre hay que tener muy claro que es lo que se busca con cada acción. Además, se puede desarrollar y perfeccionar.

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