viernes, 29 de junio de 2012

Practica deliberada 2


Reconocimiento de posiciones en ajedrez  y agrupamiento (elemento 1 de la PD)
En un tablero de ajedrez en una partida típica habrá 32 piezas o menos distribuidas en 64 casillas. Si a un maestro como Susan Polgar  se le muestra durante 2 segundos una posición de ajedrez la puede memorizar perfectamente. Añado que un aficionado medio como es mi caso, estando en buena forma, también puede hacerlo.
¿Cómo ocurre esto? Al estudiar y jugar ajedrez memorizamos bloques típicos como por ejemplo, el bloque de 6 casillas del enroque normal: 3 peones alineados en la segunda fila y debajo la torre el rey y un hueco. Dicho bloque está incorporado a la MLP y cuando es transportado a la WM aparece como un elemento simple. Otros bloques bastante típicos son ciertas formaciones de peones, que por la forma de moverse esta pieza (solo puede avanzar y comer lateralmente), distan mucho de ser infinitas. Digamos que hay unas cien formaciones típicas de cadenas de peones. Por lo tanto, una cadena puede ser incorporada como otro elemento. Así resulta que el jugador no ve 32 piezas sino del orden de 5 a 10 formaciones, que “caben” perfectamente en su WM.
¿Qué ocurre sin embargo si se le muestra a Susan una distribución de piezas hecha al azar sobre el tablero? Pues que no las puede memorizar. Podéis ver este experimento en el documental de la National Geographic, Make me a Genius(minuto 3:58 al minuto 5:24)
¿Talento o entrenamiento?
La segunda historia que quería comentar es la de las hermanas Polgar.
Laszlo Polgar un profesor húngaro quiso demostrar que con el suficiente aprendizaje intenso aplicado desde la niñez podría crear talento a alto nivel, descartándose así la explicación al uso en sus tiempos, años 60, de que el talento es un don divino que recae sobre algunos elegidos.
Para ello puso un anuncio buscando una mujer para que participara en el experimento. Este consistiría en tener varios hijos y dedicarse ambos a convertirlos en genios en alguna disciplina. Apareció una candidata dispuesta a la idea, y tuvieron tres hijas: Susan, Sofía y Judith. Ambos padres dejaron sus trabajos cuando Susan cumplió 4 años, para dedicarse obsesivamente a formarlas.
 Pensaron en hacerlas jugadoras de ajedrez de élite. Era un gran desafío porque en aquellos tiempos ninguna mujer había llegado al nivel de juego de un hombre entre los 100 primeros del mundo. Y se pensaba que la mujer tenía poca capacidad espacial, elemento necesario para el juego.
El resultado fue absolutamente espectacular. Las hermanas Polgar aplastaron al conjunto femenino de la Unión Soviética en las Olimpiadas cosa que no había pasado nunca. Pero mucho más asombroso fue que Susan y especialmente Judith llegaron a estar entre los primeros 10 jugadores del mundo. Judith fue el humano que más pronto llegó a la categoría de Gran Maestro con 15 años batiendo por unos meses al mítico Bobby Fischer. La tercera hermana, aun no siendo tan buena como las otras dos, estaba también entre las 10 mejores jugadoras del mundo. Judit, la mejor de las tres, ha ganado a la mayor parte de sus rivales masculinos, incluyendo a Kasparov.
El experimento corrobora las teorías de la práctica deliberada puesto que resulta imposible pensar que hubiese otra fuente de tanto talento que el entrenamiento intenso: el padre Laszlo era un jugador mediocre y la madre ni siquiera sabía jugar.
Finalmente, antes de acabar, quisiera mencionar la ley de los diez años de Ericsson (ó 10.000 horas). Según este autor, este es el plazo mínimo que se necesita para llegar a ser realmente bueno en algo a nivel mundial. Cuando se le menciona el caso de Mozart u otros genios precoces como Bobby Fischer replica que si se analiza su biografía se comprueba que se cumplen los plazos pues empezaron su entrenamiento en una muy temprana niñez, por cierto en ambos casos tras 9 años de práctica deliberada obsesiva. Ver al respecto Talent is overrated, de Geoff Colvin

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